jueves, 18 de septiembre de 2008

The unending gift

 

Éste poema me recuerda varias ideas de Zizek. La primera es la idea del cyberespacio como una especie de inmortalidad malsana. Piensen en los undead: la traducción literal es no-muerto; sin embargo, cualquiera familiarizado con las películas de terror pensará en un zombie, en la vida despojada de mortalidad que se convierte en algo obsceno.

Para poner un ejemplo con computadoras: ¿alguna vez les ha pasado que están trabajando cuando se va la luz y pierden su archivo? Eso es bastante común, ¿pero no les ha pasado lo opuesto? Es decir: ya no poder borrar el archivo (también pasa con algunos programas que dejan rastros imborrables). Frustrados, seguramente pensaron, "¿porqué demonios no se borra esté jodido archivo?". Eso es una ligera probada del terror y la obscenidad que puede provocar lo que no puede morir.

Otro ejemplo, más acorde al genial poema de Borges, es justamente the unending gift, el don que nos perseguirá, o the promise that is going to haunt us for the rest of our lives. El pensamiento que entre más tratamos de eliminar más nos persigue: como una hydra que duplica cada cabeza que le cortamos.

Borges también jugó con el horror de lo que no tiene fin: en el Zahir, por ejemplo, habla sobre un objeto que condena a todo aquel que lo vea, pues, a partir de ese momento, en todo lo que puede pensar la víctima es en ese objeto y entre más trate de olvidarlo con más fuerza regresará hasta que se convierta en todo lo visible, acompañándola hasta el fin.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

¿Dónde quedó la bolita?

Decía Borges que no hay hombre que en el momento de su muerte no ha experimentado ya todo lo que un hombre tiene posibilidad de experimentar.

Hoy me tocó a mí. Ingenuamente, con mi mano (ahora abominable representación que me gustaría no reconocer como mía), le di dinero a varios sujetos afuera del metro. La estafa, pensé después, es bastante simple: se monta como un acto, unos pretenden ser jugadores y otro más ser el que mueve la bolita. Comienza un tipo acercándose a ti y pidiendo cambio. De buena fe aceptas y sacas la cartera para cambiarle el billete de doscientos... rápidamente lo toma el sujeto y te pide que escojas una tapita; "pero yo no quiero jugar, deme mi billete" replicas patéticamente, y antes de que te des cuenta ya estás apostando tu celular para tratar de recuperar lo perdido.

Mago (2) $300 que había ganado con tres horas de asesoría en computación apenas unos minutos antes. No es un golpe económico fuerte, pero sí psicológico. Me engañaron como se engaña a un provinciano: agitando las manos y disfrazando las órdenes con recomendaciones.

Ahora bien, podría adoptar la postura posmarxista, que explicaré brevemente: Marx dice "hay un antagonismo fundamental y el desarrollo histórico tiene la posibilidad de resolverlo; hasta que no lo hagamos no podemos solucionar el resto de los antagonismos (la lucha de sexos, el hombre v.s. la naturaleza, el hambre, etc...)" Ahora bien, el rasgo básico del posmarxismo es la inversión de esta lógica, lo que acarrea inevitablemente fundamentalismos: "no podemos solucionar nada hasta que no resolvamos el problema ecológico", "hasta que el hombre y la mujer no sean iguales el mundo seguirá igual de jodido", "hasta que los homosexuales dejen de ser discriminados no podremos cambiar como sociedad", etc...

El posmarxismo es, como puede verse, peligroso: supone que hay una solución a dichos antagonismos. Un fundamentalista ecológico cree que en el hombre y la naturaleza son reconciliables; una feminista de hueso colorado creerá ingenuamente que el hombre y la mujer son iguales (¿tienen dudas?: vean su entrepierna), etc...

Una vez explicado evitaré tomar la postura: hasta que no se resuelva este problema todos los demás no podrán resolverse. Podría ponerme a echar pestes sobre la inseguridad, la falta de ética en otros seres humanos, sobre de quién es culpa (si mía por pendejo o de los estafadores o de la sociedad por producir desigualdades, etc...) como en el 90% de los blogs que hay por ahí.

Felizmente evitaremos esas tonterías ideológicas, esas repeticiones absurdas (aunque en el fondo sepa que tratar de afirmar que es posible no tener ideología ya es una ideología), ingenuas y estúpidas.

¿La solución? Tenemos que empezar aceptando que no hay solución posible: hay que admitir el error y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. La única solución a esos antagonismos básicos es reconocerlos como tales: como básicos, no reductibles al símbolo, irrepresentables, y luego elaborar el sistema tomando en cuenta esto: no hay que pensar una sociedad como si la igualdad del hombre y la mujer fuera real, o como si la ecología fuera posible; en cambio, hay que hacerlo tomando en cuenta que el hombre y la mujer son distintos, que nunca vamos a estar en armonía con la naturaleza, que la delincuencia siempre será un problema. Sólo, y voy a sonar posmarxista, un sistema que considera estos antagonismos tiene posibilidades de ser más o menos estable y racional.

No hay hombre que en el transcurso de su vida no haya experimentado todos los placeres y dolores posibles. A mí me costó $300 experimentar ser estafado. Fue como pagar una función de magia personal que salió mal: se reveló el truco y descubrí que era mi estupidez e ingenuidad lo que el mago tenía escondido bajo la manga.